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miércoles, 25 de marzo de 2009

Me muero por contarlo: 3er clasificado

Aquí os dejo el 3º clasificado del concurso y así cerramos el podio. Más adelante publicaré alguna otra historia de las mejores.


El Wendigo de Greystone

Recorro las peligrosas y heladas montañas de Dun Morogh…

El viento que azota es frío, rápido, racheado, cuesta respirar, cuesta andar. Los copos cristalizados de nieve cortan como cuchillas cuando golpean contra la piel desnuda de mi cara, ni mi espesa barba parece poder frenarlo. Una vez vi a un mago humano generar una lluvia de cristal helado similar para finalizar con el sufrimiento de cuatro patéticos orcos que lo amenazaban… aquella lluvia fue mucho menos potente. Por suerte para mí llevo años y más años vagando por estas duras tierras y “casi” estoy acostumbrado. Tal vez vagando no sea la palabra más adecuada, pero yo no soy un versado en letras, para eso están los chiflados de los gnomos, lo mío es la caza, y soy bueno en ello. En Dun Morogh ó eres hábil cazando ó te conviertes tú en la presa. Me acompaña Büga, mi jabalí de guerra, mi mascota, mi amigo… mi único amigo. Es resistente, agradecido y muy útil, pero sobretodo, es fiel ¿qué más puede pedírsele a un animal de caza?

El temporal empeora y aún lo hará más conforme avance el día, por la noche será una locura. No muy lejos de aquí hay una cueva dónde podremos guarecernos, a unos veinte kilómetros, si fuerzo un poco la marcha estaremos en poco más de una hora.

Al llegar noto una presencia en el interior de la cueva, tengo un sexto sentido para estas cosas. Büga también lo capta y se pone en posición defensiva instintivamente. Parece que algo ó alguien ha tenido la misma idea que yo. Me concentro aún más en el interior, agudizo tanto como puedo el oído, el olfato, la vista, el tacto e incluso el gusto para saber a lo que voy a enfrentarme antes de entrar. Los olores que percibo me inquietan, el que más resalta es el de la sangre, mucha, sangre de troll peloescarcha en su mayor parte. Hay más olores, olfateo siete distintos, seis de troll y uno de… uno de… sniff, sniff, pelo húmedo, pelo mezclado con barro… ¡Mierda, ó es un carnero asesino, ó es un Wéndigo!

Deberíamos darnos la vuelta, deberíamos buscarnos otro sitio donde pasar la noche pero ya es tarde. El temporal ha arreciado con fuerza y el sitio más cercano que se me ocurre está a más de dos horas de aquí en el campamento enano de Las Birras, al otro lado del Lago Helado. Posiblemente no llegáramos, posiblemente nos congeláramos antes. No tenemos más elección, además puede ser una cacería entretenida.

Caminamos sigilosamente, a contraviento para enmascarar nuestro olor, nos deslizamos por la abertura horadada en la montaña y accedemos a la cueva. No enciendo ninguna luz, no la necesitamos, mi vista es tan precisa como la de un águila, y Büga… bueno, él atacará a lo que yo dispare.

Nada más avanzar los primeros metros, se confirma lo que ya sabía, el hedor a muerte es fuerte, encontramos restos de sangre de troll y trozos de armas y armaduras esparcidos por todo el enrojecido suelo. Los cuerpos de esos pobres desgraciados no están, eso significa que el Wéndigo está acopiando comida para el invierno. Büga olisquea el enrarecido aire y emite un casi imperceptible gruñido, le doy una palmada en el lomo para tranquilizarlo y saco mi rifle tejehierro de su funda, ahora ya sin contemplaciones. Seguimos avanzando, internándonos más y más en las profundidades de la caverna, la oscuridad casi nos envuelve por completo, oímos el goteo de una estalactita, el discurrir del agua por las fisuras en la paredes, y por encima de todo eso… ñam, ñam, los mordiscos obscenos, ansiosos y despiadados de un ser temible y grotesco. Llegamos hasta casi el final de la cueva, el monstruoso ser está arrodillado sobre el cadáver de un troll desmembrado, está terminando de despedazarlo, el espectáculo es sobrecogedor, cuanto menos. Contengo el aliento durante unos segundos y me preparo para lo que va a venir. Visualizo el combate en mi mente antes de ejecutarlo. Una vez un sacerdote enano llamado Fixx me dijo “la victoria, siempre, se decanta del lado del hombre preparado”, así que me preparo. Saco una trampa de manufactura gnoma y la coloco en el suelo, después preparo diferentes tipos de balas, unas para aturdir, otras para envenenar y, mis preferidas, las de matar.

Hora de actuar. Hora de disparar… ¡Bang!

Impacto directo en la cabeza, cualquier otro animal ó monstruo de esas dimensiones habría caído al suelo descerrajado, pero no un wéndigo, no este wéndigo. Se alza, rugiendo y chorreando sangre, en toda su enorme envergadura, es casi tres veces mi tamaño, pocas veces he visto algo así. Tardo menos de un segundo en reaccionar, es lo bueno de estar acostumbrado a esta vida de cazador, recargo el tejehierro con otro proyectil y vuelvo a disparar, esta vez es el turno de una bola de acero… ¡Bang! no perfora, no penetra, pero duele y aturde tanto ó mas que el ron que preparan los goblins de Bahía del Botín en la Vega Tuercespina. Con el monstruo desorientado es el turno de Büga, se lanza a toda velocidad emitiendo un furibundo bramido de guerra, la cornada que le propina mi compañero hace crujir la pierna del gigantesco engendro, que se tambalea pero no cae. La adrenalina del combate hace que el wéndigo reaccione instintivamente, estira su enorme zarpa derecha y se sacude a Büga de encima como un hombre se quitaría una lagartija del hombro. Mi compañero tardará en reaccionar, se le ve conmocionado, no importa, ha cumplido con su cometido, me ha dado tiempo para disparar por tercera vez, ahora le toca un dardo envenenado que se clava en el pecho. El enorme ser se sacude el proyectil y avanza hacia mí tan rápido como le da de sí su maltrecha pierna, no es suficiente, la cuarta bala va ya de camino antes de que me alcance. El wéndigo está reventado, ensangrentado y muy muy envenenado para cuando llega hasta mí y ahora viene lo mejor… jeje. ¡Fuuuussss! Fuego, por todas partes, la trampa gnoma se ha activado. El amasijo de pelos que es el monstruo se vuelve una bola incendiaria de rugidos, aullidos y olor a carne quemada. Cae de rodillas y aún así intenta arrastrarse hasta mí, admiro su perseverancia, pero de nada le sirve, doy un salto hacia atrás y contemplo como el verdugo de los trolls yace muerto a mis pies. Me viene a la cabeza un dicho tauren: “Por muy fuerte que seas… siempre habrá alguien más fuerte que tú”. Pongo otra bala en mi tejehierro y disparo sobre el monstruo, así no quedan dudas, yo soy un profesional, no me gusta correr riesgos innecesarios. Vadeo el cuerpo sin vida de mi oponente y me acerco hasta Büga, está dolorido pero consciente, eso es bueno, coloco mi mano sobre él y rezo unas palabras en mi gutural idioma, eso parece aliviarlo un poco.

- Eh, chico, lo hemos conseguido – le susurro-, nuestra presa ha caído. Has hecho un buen trabajo.

- Iiiickss – responde aún nervioso.

- Ya está, descansa, mañana estarás como nuevo – rebusco entre mi capa y mi pantalón y saco un viejo jubón con hierbas.

- ¡Iiiiiccccks! – vuelve a bramar.

- ¿Um? – no es una reacción muy típica de él - ¿Qué ocurre ahora, amigo?

- ¡Iiiickss! – intenta levantarse con un intento desesperado.

Y entonces lo sé, entonces lo presiento… no estamos solos.

Giro levemente la cabeza y lo veo por el rabillo del ojo… ¡Un Wéndigo seis veces mayor que yo, el otro sólo era una cría!

¡Jodidos tauren, qué razón tienen!

- Crónicas de Greystone-

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