Si tienes alguna pregunta o sugerencia envíala a muertadenuevo@gmail.com.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Me muero por contarlo: 3er clasificado

Aquí os dejo el 3º clasificado del concurso y así cerramos el podio. Más adelante publicaré alguna otra historia de las mejores.


El Wendigo de Greystone

Recorro las peligrosas y heladas montañas de Dun Morogh…

El viento que azota es frío, rápido, racheado, cuesta respirar, cuesta andar. Los copos cristalizados de nieve cortan como cuchillas cuando golpean contra la piel desnuda de mi cara, ni mi espesa barba parece poder frenarlo. Una vez vi a un mago humano generar una lluvia de cristal helado similar para finalizar con el sufrimiento de cuatro patéticos orcos que lo amenazaban… aquella lluvia fue mucho menos potente. Por suerte para mí llevo años y más años vagando por estas duras tierras y “casi” estoy acostumbrado. Tal vez vagando no sea la palabra más adecuada, pero yo no soy un versado en letras, para eso están los chiflados de los gnomos, lo mío es la caza, y soy bueno en ello. En Dun Morogh ó eres hábil cazando ó te conviertes tú en la presa. Me acompaña Büga, mi jabalí de guerra, mi mascota, mi amigo… mi único amigo. Es resistente, agradecido y muy útil, pero sobretodo, es fiel ¿qué más puede pedírsele a un animal de caza?

El temporal empeora y aún lo hará más conforme avance el día, por la noche será una locura. No muy lejos de aquí hay una cueva dónde podremos guarecernos, a unos veinte kilómetros, si fuerzo un poco la marcha estaremos en poco más de una hora.

Al llegar noto una presencia en el interior de la cueva, tengo un sexto sentido para estas cosas. Büga también lo capta y se pone en posición defensiva instintivamente. Parece que algo ó alguien ha tenido la misma idea que yo. Me concentro aún más en el interior, agudizo tanto como puedo el oído, el olfato, la vista, el tacto e incluso el gusto para saber a lo que voy a enfrentarme antes de entrar. Los olores que percibo me inquietan, el que más resalta es el de la sangre, mucha, sangre de troll peloescarcha en su mayor parte. Hay más olores, olfateo siete distintos, seis de troll y uno de… uno de… sniff, sniff, pelo húmedo, pelo mezclado con barro… ¡Mierda, ó es un carnero asesino, ó es un Wéndigo!

Deberíamos darnos la vuelta, deberíamos buscarnos otro sitio donde pasar la noche pero ya es tarde. El temporal ha arreciado con fuerza y el sitio más cercano que se me ocurre está a más de dos horas de aquí en el campamento enano de Las Birras, al otro lado del Lago Helado. Posiblemente no llegáramos, posiblemente nos congeláramos antes. No tenemos más elección, además puede ser una cacería entretenida.

Caminamos sigilosamente, a contraviento para enmascarar nuestro olor, nos deslizamos por la abertura horadada en la montaña y accedemos a la cueva. No enciendo ninguna luz, no la necesitamos, mi vista es tan precisa como la de un águila, y Büga… bueno, él atacará a lo que yo dispare.

Nada más avanzar los primeros metros, se confirma lo que ya sabía, el hedor a muerte es fuerte, encontramos restos de sangre de troll y trozos de armas y armaduras esparcidos por todo el enrojecido suelo. Los cuerpos de esos pobres desgraciados no están, eso significa que el Wéndigo está acopiando comida para el invierno. Büga olisquea el enrarecido aire y emite un casi imperceptible gruñido, le doy una palmada en el lomo para tranquilizarlo y saco mi rifle tejehierro de su funda, ahora ya sin contemplaciones. Seguimos avanzando, internándonos más y más en las profundidades de la caverna, la oscuridad casi nos envuelve por completo, oímos el goteo de una estalactita, el discurrir del agua por las fisuras en la paredes, y por encima de todo eso… ñam, ñam, los mordiscos obscenos, ansiosos y despiadados de un ser temible y grotesco. Llegamos hasta casi el final de la cueva, el monstruoso ser está arrodillado sobre el cadáver de un troll desmembrado, está terminando de despedazarlo, el espectáculo es sobrecogedor, cuanto menos. Contengo el aliento durante unos segundos y me preparo para lo que va a venir. Visualizo el combate en mi mente antes de ejecutarlo. Una vez un sacerdote enano llamado Fixx me dijo “la victoria, siempre, se decanta del lado del hombre preparado”, así que me preparo. Saco una trampa de manufactura gnoma y la coloco en el suelo, después preparo diferentes tipos de balas, unas para aturdir, otras para envenenar y, mis preferidas, las de matar.

Hora de actuar. Hora de disparar… ¡Bang!

Impacto directo en la cabeza, cualquier otro animal ó monstruo de esas dimensiones habría caído al suelo descerrajado, pero no un wéndigo, no este wéndigo. Se alza, rugiendo y chorreando sangre, en toda su enorme envergadura, es casi tres veces mi tamaño, pocas veces he visto algo así. Tardo menos de un segundo en reaccionar, es lo bueno de estar acostumbrado a esta vida de cazador, recargo el tejehierro con otro proyectil y vuelvo a disparar, esta vez es el turno de una bola de acero… ¡Bang! no perfora, no penetra, pero duele y aturde tanto ó mas que el ron que preparan los goblins de Bahía del Botín en la Vega Tuercespina. Con el monstruo desorientado es el turno de Büga, se lanza a toda velocidad emitiendo un furibundo bramido de guerra, la cornada que le propina mi compañero hace crujir la pierna del gigantesco engendro, que se tambalea pero no cae. La adrenalina del combate hace que el wéndigo reaccione instintivamente, estira su enorme zarpa derecha y se sacude a Büga de encima como un hombre se quitaría una lagartija del hombro. Mi compañero tardará en reaccionar, se le ve conmocionado, no importa, ha cumplido con su cometido, me ha dado tiempo para disparar por tercera vez, ahora le toca un dardo envenenado que se clava en el pecho. El enorme ser se sacude el proyectil y avanza hacia mí tan rápido como le da de sí su maltrecha pierna, no es suficiente, la cuarta bala va ya de camino antes de que me alcance. El wéndigo está reventado, ensangrentado y muy muy envenenado para cuando llega hasta mí y ahora viene lo mejor… jeje. ¡Fuuuussss! Fuego, por todas partes, la trampa gnoma se ha activado. El amasijo de pelos que es el monstruo se vuelve una bola incendiaria de rugidos, aullidos y olor a carne quemada. Cae de rodillas y aún así intenta arrastrarse hasta mí, admiro su perseverancia, pero de nada le sirve, doy un salto hacia atrás y contemplo como el verdugo de los trolls yace muerto a mis pies. Me viene a la cabeza un dicho tauren: “Por muy fuerte que seas… siempre habrá alguien más fuerte que tú”. Pongo otra bala en mi tejehierro y disparo sobre el monstruo, así no quedan dudas, yo soy un profesional, no me gusta correr riesgos innecesarios. Vadeo el cuerpo sin vida de mi oponente y me acerco hasta Büga, está dolorido pero consciente, eso es bueno, coloco mi mano sobre él y rezo unas palabras en mi gutural idioma, eso parece aliviarlo un poco.

- Eh, chico, lo hemos conseguido – le susurro-, nuestra presa ha caído. Has hecho un buen trabajo.

- Iiiickss – responde aún nervioso.

- Ya está, descansa, mañana estarás como nuevo – rebusco entre mi capa y mi pantalón y saco un viejo jubón con hierbas.

- ¡Iiiiiccccks! – vuelve a bramar.

- ¿Um? – no es una reacción muy típica de él - ¿Qué ocurre ahora, amigo?

- ¡Iiiickss! – intenta levantarse con un intento desesperado.

Y entonces lo sé, entonces lo presiento… no estamos solos.

Giro levemente la cabeza y lo veo por el rabillo del ojo… ¡Un Wéndigo seis veces mayor que yo, el otro sólo era una cría!

¡Jodidos tauren, qué razón tienen!

- Crónicas de Greystone-

miércoles, 18 de marzo de 2009

Me muero por contarlo: 2º clasificado

Os dejo a continuación el 2º clasificado del concurso de relatos del aniversario del blog.


Pesadillas en Karazhan de Krohenen

El sol ya se estaba colando por entre los picos de las montañas del Paso de la Muerte cuando una figura se dibujó en el cielo de aquel amanecer. El anciano archimago puso la mano sobre su frente despejada a modo de visera mientras contemplaba como el paladín enano que había llamado días atrás se aproximaba montando sobre un imponente grifo de batalla. Cuando la bestia aterrizó, su amo se desmontó ágilmente a pesar de la armadura de placas brillantes que llevaba y se acercó al mago de Dalaran.

-Que la Luz sea contigo, archimago Alturus. He venido en cuanto me llegó su carta.

-Te doy las gracias, Lord Landsverk. Me alegro mucho de veros, ya que no hay mejor persona que vos para encargaros de tal tarea.

-Me imagino de que se puede tratar, contando que es la torre de Karazhan la que os quita el sueño. No me imagino la cantidad de indescriptibles horrores que habrán tras sus muros desde que el Guardián abandonó su torre.

-Por eso os he llamado. Dalaran se sentía curiosa ante el destino de la morada de Medivh, ya que últimamente han acaecido sucesos muy extraños. Hace un tiempo enviamos a tres expertos magos a investigar su interior y todavía no han vuelto, por lo que no se me ocurrió otra cosa que pedir vuestra ayuda, mi señor.

-No temáis sabio anciano. Entraré en la torre y descubriré que mal aguarda en su interior- dijo el paladín mientras abría la verja de entrada y se sumergió en la oscuridad de la torre, seguido con la mirada del archimago hasta que le perdió de vista.

Nada más entrar le inundó la atmósfera cargada y pesada del ambiente, el sitio llevaba largos años enclaustrado y se hacía difícil respirar. Landsverk se rascó la barba mientras contemplaba la arquitectura y la decoración de aspecto lúgubre y se colocó el yelmo alado sobre su testa mientras desenfundaba su martillo, no sabía que podía aguardarle.

-Disculpe pero no se permiten armas dentro de la torre mi señor, si me la deja se la guardare durante su estancia.- dijo una voz siniestra a su espalda. El enano se giró y vio ante él un hombre vestido con elegantes ropajes, como vestiría el mayordomo del lugar.

-Soy Moroes, el ayudante de cámara de mi amo Medivh. Él mismo espera que su estancia aquí sea lo más placentera posible... y duradera.- dijo mientras su rostro se iba deteriorando y transformándose en una máscara de muerte.

El paladín acto seguido descargó un golpe contra aquel ser, pero en el momento del impacto, se esfumó como por arte de magia. “Pronto pertenecerá a Karazhan, como el resto”, la voz cavernosa de Moroes resonó en los muros del castillo mientras se carcajeaba. Landsverk movió su cabeza protegida para despejarse y siguió avanzando por el pasillo. A medida que iba avanzando comenzó a oír un clavicordio y poco antes de llegar a unas escaleras vio los establos del castillo donde un caballero enfundado en una terrible armadura rojo sangre se paseaba, entonces divisó al paladín.

-¿Cómo? ¡Pero que ven mis ojos! Una presa nueva para Attumen; rápido, traedme a Nocturno. ¡Hoy disfrutaremos de una buena cacería!- prorrumpió con un deleite de satisfacción mientras se adentraba en las caballerizas.

Landsverk optó por evitar el combate contra aquel ser y subió las escaleras raudo siguiendo el camino del cual provenía la música hasta que llegó a un salón de baile atestado de bailarines fantasmagóricos. Ni siquiera se dieron cuenta de su llegada, cuando se cruzó en medio de varias parejas que le atravesaron mientras danzaban sin percatarse de su presencia. El paladín, asombrado ante tal espectáculo recorrió con la mirada la sala, quedándose embelesado con el espectáculo; la música poco a poco iba penetrando en su cabeza e incitándole a unirse a tal macabro espectáculo. La determinación y la razón imperaron sobre él y optó por seguir avanzando hasta que llegó a una bifurcación. Una de ellas llevaba a un teatro donde decenas de espectros contemplaban divertidos como una pobre alma infeliz disfrazada con una caperuza roja era perseguida por un hombre lobo, mientras que en el otro lado unas damas de aspecto lujurioso le tentaban y le hacían señas para que se acercase y disfrutase de sus placeres cuando una mujer colosal que patrullaba la zona le hizo cambiar de opinión y decidió atravesar una puerta tras otra evitando los horrores y la locura que se habían apoderado de la torre. Al final, llegó a una biblioteca, la más grande que había visto jamás; la cual estaba protegida por un enorme constructo que se paseaba entre las aberraciones arcanas que habían tomado la zona. El martillo de Landsverk fue dando buena cuenta de ellas, desterrándolas al plano mágico del que habían escapado. Aquella biblioteca era infinita, por más que ascendía solo veía estanterías y escaleras pero a medida que iba avanzando cada vez más notaba una presencia terrorífica, mucho más poderosa de la que había sentido en los espectros que habitaban en Karazhan. Entonces, al llegar a un tramo de la biblioteca fue cuando encontró al primer ser vivo que había visto en toda la torre. Era una mujer orca, vestida con un corpiño de cuero y una capucha que iba vagando como ida por la estancia. Cuando Landsverk se acercó a la mujer vio reflejado en sus ojos que ya poca cordura quedaba en aquella desdichada.

-Mujer, ¿qué haces aquí? ¿Cómo llegaste hasta este sitio y has sobrevivido a los horrores de la torre?-le inquirió el paladín sujetándola con ambas manos.

-La torre me necesita, me han prometido vivir eternamente, ellos no me dejan, vienen a buscarme, quieren llevarme como se llevaron a los otros. Él vendrá, él convocará el infierno y todo arderá. No debimos venir a saquear, no se puede robar el conocimiento, no se puede interferir en sus planes o él nos castigará con la no-muerte.

-¿Quién? ¿Quién es él? Medivh murió hace mucho, y esta presencia impía no es de él.

-Él no, insensato, me refiero al príncipe del caos, al señor de la muerte. ¡Malchezzar! ¡Malchezzar vendrá a por tu alma! ¡La Legión Ardiente se aproxima!- y diciendo aquello la mujer se libró de los brazos de Landsverk y corrió alejándose de él.

Cuando el enano amagó para ir tras ella un diablillo se abalanzó sobre la mujer y la atravesó repetidas veces con un cuchillo mientras repetía una y otra vez “¡Sangre para Terestian, sangre para Terestian!”. El paladín, lleno de ira cargó contra la bestezuela y descargó tal golpe sobre ella que la lanzó a la inmensidad del vacío mientras chillaba. Con todo aquel alboroto, decenas de espíritus comenzaron a acechar a Landsverk desde todos los flancos; entre aquel tumulto divisó a un anciano mago que le resultó algo conocido y le seguían otros tres, probablemente los pobres desdichados que habían venido desde Dalaran. Cuando los espectros se abalanzaron sobre él mientras le susurraban que se uniese a ellos, el paladín convocó los poderes de la Luz en una nova sagrada que repelió momentáneamente a sus enemigos y les aturdió; entonces corrió buscando una salida hasta que divisó una balconada protegida por un cristal, el cuál rompió saltando contra él. Cuando salió al exterior, buscó incesantemente su grifo, que planeaba alrededor de la torre y lo llamó con un silbido. La bestia, viendo que su amo estaba en peligro acudió rauda y llegó en el momento justo en el que el enano saltaba al vacío desde el balcón para evitar las decrépitas manos que trataban de arrebatar su alma. Landsverk miró atrás para ver si había alguien sin resultado por lo que dirigió el grifo hasta el punto donde el archimago Alturus le esperaba sentado, en el exterior ya había anochecido aunque tenía la sensación de haber estado allí solo un par de horas.

-Gracias a la Luz, seguís vivo; ya me temía lo peor. ¿Y bien?- preguntó impaciente el anciano.

-Hacéis bien en temer lo peor mi señor pues se trata de nada menos que la Legión Ardiente.-y le contó todo al cada vez mas aterrado mago- Si no hacemos nada pronto estaremos perdidos. Para empezar deberíais buscaos un buen grupo de aventureros que no tengan miedo a nada. No contéis conmigo ya que no pienso volver a entrar en esa torre nunca más. Al menos no solo.-dijo mientras sonreía para calmar al archimago, aunque los horrores de Karazhan no se irían nunca de su mente.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Ya hay un ganador!

Tras una ardua tarea por parte del jurado ya tenemos relato ganador.
La cosa ha estado complicada y de hecho han habido varios candidatos por cada Juez, pero al final ha quedado así la cosa:

3º puesto .- El Wendigo de Greystone
2º puesto .- Pesadillas en Karazhan de Krohenen
1º puesto y ganador del concurso del primer año del blog .- Martillos en Durotar de Tikitakaa

Enhorabuena a Tikitakaa y también a los demás participantes, pues hay historias de todo tipo y realmente buenas.
Sin mas dilación paso a dejar aquí el relato ganador. Posteriormente iré posteando más historias que hayamos recibido. De hecho, si cualquiera le apetece escribir algo es bienvenido a hacerlo y mandarlo a muertadenuevo@gmail.com para su publicación.



Martillos en Durotar por Tikitakaa

Gorek caminaba cabizbajo a la derecha de su tío Kronk, se había pasado la tarde tirando piedras al Martillo de guerra que se alzaba en una de las Tumbas de su poblado, sabía que todos los adultos sentían respeto por esa tumba aún sabiendo que era de un enano, esto empezó a rondar la cabeza del joven Orco desde hacía unas semanas, cuando una partida de aliados atacaron una caravana de alimentos de su poblado y todos los guerreros salieron en su busca haciendo referencia a ellos como "sucios humanos", "detestables enanos" y todo tipo de insultos.

El día estaba llegando a su fin y al final del camino ya se vislumbraba la casa de su tío Kronk se tornaba rojiza por el color que tomaba el sol en esa época del año.

-Pasa zagal, y siéntate a la mesa- Dijo escuetamente el anciano pero enorme Orco. La melena y la barba hacía ya muchos años que se habían tornado blancas, pero aún así todos los guerreros sentían un gran respeto por él. Sacó de la alacena un trozo de bizcocho y un odre de leche fresca, agarrando dos grandes jarras de madera algo ajadas por los años y acercándose con ellos a la mesa

Gorek le miraba entre asustado y obediente, sentía un gran afecto por su tío y sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien visto por los adultos, esto a él no le importaba, lo que no pensaba es que el que fuese a encontrarle cometiendo dicha falta fuese su tío.

-Toma algo de leche, estarás hambriento...- Gorek movió la cabeza afirmativamente

- Zólo era la tumba de un zuzio enano tío, no ze por que oz enfadaiz tanto, zon nueztros enemigoz!!-

Kronk pareció no inmutarse del intento de su sobrino por justificar sus actos, tras sentarse, y servirse gran cantidad de la leche le miró fijamente a los ojos y le habló tranquila y profundamente.

- Hace unos 20 años como bien sabes, tu padre y yo nos fuimos en busca de aventuras y riquezas por todo Azeroth, éramos unos jóvenes intrépidos ávidos de emociones fuertes, y no habíamos conocido la guerra más que por las noticias que nos traían algunos viajeros del norte. Tras un tiempo recorriendo los pueblos de la horda decidimos adentrarnos en los reinos neutrales, en busca de aventuras que realmente nos diesen honor y oro no como las minucias que encontrábamos en las zonas menos belicosas del continente. En nuestro caminmo hacia el frío norte atravesando Astranaar nos cruzamos con una caravana de unos 6 miembros de todas las razas, humanos, enanos, trolls, y todos ellos parecían estar a las órdenes de un, enorme para su raza, enano de barba cobriza, que nos ofreció trabajo como sus empleados en lo que el llamaba "su empresa de búsqueda y reventa de objetos poco habituales", si, lo has adivinado nos convertimos en "caza-tesosros".

Durante los primeros meses apenas tuvimos mayor trabajo que viajar de un lado a otro confiando en viejos planos que Ertrig conseguía de viejos buhoneros o rateros de toda clase en las grandes ciudades o en las posadas de los cruces de caminos, (es increíble la cantidad de información de toda clase que puedes recopilar en dichas posadas) hasta que llegamos a las montañas grises, que tantas veces habíamos rodeado, esta vez Ertrig nos instó a subir por un escarpado camino que se dirigía al mismo corazón de las montañas.

Recogimos nuestros petates y mantuvimos un paso firme hasta que el terreno dejó de permitírnoslo, dejamos a las monturas y el carro amarrados a un árbol cercano al camino en una explanada que Ertrig parecía conocer, aunque juraba y perjuraba que dicho lugar sólo lo había visto en sus sueños. Tu padre eran un gran imitador y nos hacía reír a todos con sus imitaciones de Ertrig y Börgull el cocinero, un cascarrabias y obeso humano con la fuerza de un buey, que no paraba de quejarse por todo, aun así había demostrado al igual que todos que no tenía igual en la batalla y fuera de ella en el oficio que se le había encomendado como a cada uno del grupo. Y ese día fué él quien con sus ocurrencias nos hacía reír hasta que Ertrig nos detuvo delante de una gran roca.

- Esta es la entrada, así que intentad mover esa roca o picadla, me da igual, pero antes del anochecer quiero ver el hueco que queda tras ella- Su tono era firme y seco. Eso hizo que nuestras risas parasen en seco, no era la primera vez que nuestro trabajo acababa en un muro sin salida, pero nos pusimos a ello, encontrásemos o no una entrada secreta al final de la semana recibíamos nuestro jornal.

Fue Dagas, una pícara no muerta, la que gracias a su tremenda agilidad trepó hasta la parte alta de la roca en apenas un salto y vislumbró lo que parecía una oquedad en la pared. Nuestro animo y sobre todo el de Ertrig se elevó y decidimos cortar un árbol joven cercano para hacer palanca a la vez que Börgull con la pala cavaba un profundo agujero justo al pie de la roca para ayudar a la piedra a moverse.

Una vez hubo caído la piedra descubrimos una abertura del tamaño de un humano que daba acceso a un túnel oscuro y húmedo. Entramos con las antorchas y dejamos lo no imprescindible en un rincón de la entrada, nadie sabía lo que podíamos encontrarnos dentro de la cueva, ya fuesen monstruos, enemigos o tesoros, así que lo mejor era llevar apenas las armas, cuerdas y unos grandes sacos vacíos.

Ertrig como siempre iba el primero, era un gran rastreador y el mejor encontrando y desactivando trampas, tras él iba yo y detrás mío tu padre, Dagas y Börgull cerraban el grupo. Los dos trolls y la humana quedaron haciendo guardia con los petates. Me pregunto que habrá sido de ellos...

- La mirada del orco se perdió por unos instantes vagabundeando por la ventana de la choza- Una vez dentro pasamos algún tiempo bajando por túneles y salas en las que la única vida que encontramos fueron algunos insectos, hasta que llegamos a una gran sala con las paredes lisas, y unas escaleras que bajaban en la punta contraría, oíamos rumores de repiqueteos y gruñidos más adelante pero nos fue imposible conocer cómo de lejos estaban debido al eco de la caverna.

Nos preparamos arma en ristre a adentrarnos en la sala y nos acercamos con cuidado a las escaleras, lo que vimos al otro lado hizo q1ue nos diese un vuelco al corazón, las paredes estaban destrozadas y lo que parecía una antigua sala de reuniones estaba casi destruida. La arquitectura del lugar era claramente enana, y todos nos miramos ya que sabíamos lo que nos podíamos encontrar delante: Enanos Negros, una de las razas más destructivas y desalmadas de todo Azeroth.
Tras un tiempo esperando a que parasen los ruidos, nos adentramos más en aquel lugar, era una antigua fortificación enana cavada en la misma montaña, parecía que habíamos entrado por una antigua entrada secreta oculta a los ojos curiosos, los pocos muebles que quedaban ardían en hogueras que iluminaban tenebrosamente algunas de las salas. Llegamos a una sala enorme, del tamaño de un poblado, no llegábamos a ver el final por mucho que nos esforzásemos. Nos dispusimos a avanzar con cuidado, cuando una voz de alarma a pocos metros de distancia nos indicó que nos habían descubierto.

Intentamos correr hacia la puerta por la que habíamos entrado para intentar tener un flanco cubierto, pero una patrulla de enanos la cerró con un enorme portón y se puso delante de ella defendiéndola, otros pequeños grupos salían de todas partes y nos atacaban, nos defendimos con uñas y dientes mientras avanzábamos por la sala sin tener muy claro nuestro destino, pero cualquier lugar era mejor que donde nos encontrábamos en ese momento. Aún siento el cansancio en mis hombros y mis brazos recordando aquel día, la lucha parecía interminable, no paraban de aparecer enanos por todos lados, gracias a los ancestros no usaron contra nosotros ningún tipo de arma a distancia o magia, pues si no, ahora mismo no te estaría contando esta historia. Después de unos larguísimos minutos de lucha llegamos a lo que parecía una puerta cerrada pero más débil que el resto, así que Ertrig cargó contra ella con todo su peso y la puerta cedió.

Nos apresuramos a entrar y cerramos la puerta con todo lo que nos encontrábamos en la habitación, sabíamos que no aguantaría mucho pero necesitábamos algo de tiempo para intentar recuperar algo de aliento. Cuando Ertrig se quedó blanco como la piedra, el resto nos fijamos en él y seguimos con la mirada el destino de su mirada pétrea, era una antigua tumba enana con la estatua de lo que parecía un señor enano. El féretro de mármol negro tenía inscripciones rúnicas a su alrededor, y Ertrig las leía sin inmutarse de nuestros intentos por comunicarnos con él, parecía estar en algún extraño trance.

Los enanos no nos dejaban un respiro, intentando echar abajo la improvisada empalizada que habíamos creado. Mientras, tu padre encontró una salida en el lateral occidental de la habitación. No parábamos de gritar a Ertrig y no nos hacía ningún caso, hasta que al final habló.

- Es la tumba de Wölfgar, mi antepasado y creador de mi familia y mi clan, estaba perdido hace centenares de años...-

Nos quedamos de piedra, no podíamos creer lo que estábamos oyendo, habíamos oído esa historia decenas de veces en las noches al fuego del campamento. - Los golpes cada vez más fuertes contra la puerta nos sacaron del aturdimiento en el que nos habíamos sumido por unos segundos. Todos miramos a Ertrig que nos dijo que saliésemos y que le dejásemos sólo.

- No puedo seguiros, mi honor no me permite dejar atrás esta tumba para que esos saqueadores la destrocen y mancillen los restos de mis antepasados, este es el último adiós queridos amigos, ahora salid raudos de aquí y por favor avisad a mi clan de este hallazgo, que vuestras hojas nunca se oxiden-

Dijo esto mientras dejaba caer su martillo en el suelo para ajustarse de nuevo todas las piezas de armadura y ponerse el casco. Intentamos replicarle y hacerle entrar en razón pero tenía la mirada fija en la puerta y no parecía oir nuestras arengas, nos alejamos y con cada paso que dábamos notábamos romperse una parte de nuestra propia alma, Tu padre iba en cabeza y sin previo aviso se paró en seco y se giró hacia nosotros.

-No podemos dejarle así- dijo mientras se abría paso a empujones hacia la estancia, nadie dijo nada, simplemente le seguimos. A medida que nos acercábamos de nuevo el atronador sonido del fragor de la batalla nos inundó, lo que vimos al llegar fue algo que jamás olvidaré. Ertrig estaba batallando a más de 50 enanos negros, y no conseguían hacerle retroceder, a cada segundo que pasaba más y más enanos aparecían en la estancia, el caudal de enemigos no parecía tener fin.

Un aura dorada y roja rodeaba el cuerpo de Ertrig, su martillo de guerra parecía brillar con luz propia y con cada golpe mortal que asestaba parecía que brillaba aún más. Parecía estar sumido en un frenesí terrible en el que nada podían hacer por detenerle por muchas heridas que le infligiesen, estábamos paralizados ante la escena que presenciábamos. Todos notamos como su conciencia entró en contacto con la nuestra. Su voz era calmada y solemne.

“No deis vuestra vida por mi compañeros, ya que esta es mi lucha personal y la muerte ya me ha encontrado en esta sala, aquí en la tumba de mis ancestros mi alma ha abandonado mi cuerpo luchando defendiendo el honor de mi familia, pero mi cuerpo no desfallecerá y caerá al suelo inerte hasta que ningún enemigo quede para enfrentarse a él. Habéis sido compañeros, héroes, y grandes amigos, muero tranquilo sabiendo que he pasado mis últimos años de vida junto a tan grandes hermanos de sangre. Mi honor y el de mi familia están a salvo con vosotros.

Se que las guerras, las disputas y los años os separarán o incluso os enfrentarán, pero es en esos días cuando debéis recordar lo que hemos vivido juntos. No derrameis la sangre de otro a la ligera, defended vuestro honor y el de vuestro pueblo, y cuando llegue vuestra hora os estaré esperando al otro lado para buscar los tesoros del más allá. Ahora partid hermanos, partid en paz...”

Salimos de la sala con los ojos enjugados en lágrimas y en silencio. Al llegar a la salida intentamos reuinirnos con el resto de compañeros pero no aparecieron por ninguna parte, nadie comentó nada de lo que habíamos vivido. Partimos en dirección a su tierra natal donde entregamos las noticias a su familia, ellos nos lo agradecieron y parecian estar más orgullosos que dolidos por la muerte de Ertrig. Tras esto cada uno siguió su viaje por su lado. En nuestro caso tu padre y yo volvimos aquí y al llegar creamos la tumba de Ertrig como si fuese un miembro de nuestra propia familia. Por eso, querido sobrino, es por eso por lo que la tumba de un enano emerge sólida y brillante entre las de nuestros camaradas...