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martes, 3 de noviembre de 2009

Una voz...

Era una tarde lluviosa y fría, en aquel silencioso y pequeño cuarto de estar estaba Sally acomodada y algo adormecida leyendo un libro. Fuera, la lluvia golpeaba con fuerza los cristales y las viejas contraventanas de madera crujían por la fuerza del viento.


Estaba Sally tranquila leyendo cuando, de repente, la luz se fue. La joven pensó que habría sido la tormenta y fue en busca de unas velas, pero volvió la luz y volvió a resguardarse del frió bajo la manta. Encendió la tele en busca de algo interesante cuando, de nuevo, se fue la luz.
Algo fastidiada, murmuró en voz alta:
-¿Cuándo cesará esta tormenta?- dijo mientras iba de nuevo en busca de una vela o algo para alumbrar la estancia.
-No lo sé- contestó una voz.


Sally se quedó parada. Estaba ella sola en casa. Sus padres habían salido a comprar y su hermano Tom estaba en casa de un amigo. Con miedo, decidió buscar de donde provenía la voz, algún aparatejo o una grabadora con la que su hermano le pudiese estar gastando una broma. A tientas, encontró un candelabro y encendió las velas. Bajó al garaje, ya que posiblemente su hermano hubiese entrado por allí para no hacer ruido con la puerta de la calle. Al llegar abajo, en medio del suelo, había una nota. La cogió y vio que la tinta goteaba. Escrito en la nota ponía: NO ESTOY AQUÍ . Sally soltó la hoja cuando se dio cuenta de que estaba escrita con sangre. Salió del garaje y buscó por toda la casa, pero lo único que encontró en cada habitación en la que entraba era una nota como la anterior. Sólo había un lugar donde no había mirado: en la azotea. Sus padres la utilizaban como cuarto para los trastos y ella casi nunca subía allí, ni su hermano Tom tampoco. Tiró de la cuerda y las escaleras se desplegaron con un chirrido que hizo eco en toda la casa. Subió poco a poco, y al llegar no vio nada, sólo trastos viejos. Más tranquila, decidió volver al sofá cuando, a sus pies notó algo. En una hoja, de nuevo ensangrentada un mensaje decía: CAISTE EN MI TRAMPA SALLY, y una gran risa retumbó por toda la casa.


Sally salió corriendo, bajó a trompicones por las escaleras y en ese mismo instante, volvió la luz. Unos segundos más tarde, sus padres entraban por la puerta. La joven les contó lo sucedido, pero no la creyeron ya que no encontraron ni una de las notas escritas con sangre y todo estaba en orden. Sus padres pensaron que todo habría sido una pesadilla, que se habría quedado viendo una película de terror. Pero ella sabía que lo había vivido de verdad, puesto que aquella voz aun retumbaba en sus oídos.




Al día siguiente fue a dormir a casa de su amiga Chloe para contarle lo que había sucedido la noche anterior. Ambas iban por el pasillo de casa de Chloe cuando, al pasar junto a la trampilla de la buhardilla, de nuevo se fue la luz.
-Qué extraño- dijo Chloe.
-Hoy no hay tormenta- dijo Sally, cuya cara reflejaba inquietud.


Salieron fuera, a la calle, para ver si se había ido la luz sólo en su casa o en todas las demás. Y, en efecto, se había ido en todo el barrio. Pero hubo algo que les extrañó. Al final de la calle, en la vieja casa de los Smith, por las ventanas salía luz como si alguien hubiese encendido todas las luces. Sally y Chloe decidieron ir hacia allí. La casa de los Smith hacía tiempo que estaba deshabitada y, por alguna razón, nunca nadie volvió a vivir allí desde que sus dueños un día se fueron de allí.


Entraron por la reja oxidada y roída por el paso del tiempo, contemplaron el triste y vacío jardín lleno de zarzas y maleza y se dirigieron hacia la puerta principal. Un escalofrío les recorrió el cuerpo cuando la verja se cerró de golpe. Llamaron a la puerta, insistiendo varias veces. A la cuarta vez, la puerta se abrió. Era una vieja casa, llena de telarañas y polvo, en la cual en olor a cerrado y a humedad era claramente perceptible. Todas las luces estaban encendidas, pero no había nadie. Cuando las jóvenes se iban a marchar, una voz, la misma que aquella noche había contestado a Sally dijo: "Volviste a caer en mi trampa Sally, pero esta vez, ni tu ni Chloe escapareis”. La puerta y las ventanas se cerraron de golpe y las luces se apagaron; y todo rastro de Chloe o Sally se esfumó.




A la mañana siguiente todo el mundo las estaba buscando. Investigaron pero nadie encontró rastro de las jóvenes. Nadie sabe lo que ocurrió aquella noche, ni donde se encuentran las chicas.




Quien sabe... quizás, si los padres de Sally hubiesen prestado más atención y la hubiesen creído a lo mejor las podrían haber salvado.
Pero, eso nunca se sabrá.




Dailara