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jueves, 14 de agosto de 2008

Arnoediad - Día 0 - El Pasado

Hace unos días le mandé un correo a mi prima Arda pidiéndole ayuda y acabo de recibir su respuesta:

Hola Arnoediad,

Me parece que le echas mucho morro al pedirme ayuda desinteresademente sin conocernos en persona. Ni siquiera puedo estar segura de que en realidad eres mi prima y no algún aprovechado/a que me quiere sacar los cuartos.

Per me gusta tu descaro (llegarás lejos), así que acepto ayudarte en cuanto pueda con una sola condición: me irás escribiendo periódicamente con tus avances y progresos para que todos los conozcan.

Si aceptas esto te diré que el mejor sitio para empezar tu entrenamiento es VillaNorte, al NorEste de Villa Dorada.

Allí te empezarán a instruir en las artes sacerdotales. En poco tiempo aprenderás a aprovechar tu potencial, estoy segura, y si consigues mantenerte lejos de los poderes oscuros y defiendes la luz conseguirás tus objetivos.
Espero noticias tuyas,
Arda
Elemento adjunto: 10 monedas de oro



¿Mis objetivos? Los tenía muy claros desde hacía unos años: unirme a la alianza para defender sus territorios y ayudar a los heridos. Ese era mi deseo desde que murieron mis padres.

Siempre he vivido en una casita en el bosque a 10 minutos a caballo de Villa Dorada, pues a mis padres no les gustaba el bullicio de Ventormenta y el pueblo cada vez tenía mas urbanizaciones (ya sabeis, la especulación urbanística).

Vivíamos felices sin ninguna preocupación. Mi padre trabajaba el campo y dos veces a la semana ibamos al pueblo a llevar lo que recogíamos. Mi madre se ocupada de la casa y de que yo no me metiera en demasiados líos. A mí me encantaba correr y jugar entre los maizales con mis amigos.

En verano siempre nos acercábamos al río a darnos un chapuzón o vigilábamos desde los setos a las ardillas y jabalíes de la zona.

Por las mañanas iba al cole y algunas tardes (todas las que me dejaban) me iba a la catedral de Ventormenta a aprender cómo se curaba a los heridos (era algo que me intrigaba y me apasionaba). En un par de meses empecé a sisarle paños a mi madre con los que tejía vendas para los animales heridos que me encontraba.

Una mañana me desperté por un fuerte olor a quemado. Mi madre entró dando gritos y muy angustiada diciendome que me vistiera. Estaban atacando los campos. Un grupo de orcos había empezado una incursión en Elwynn y estaban quemando el bosque.

[Mamá]:> Tienes que ir a Villa Dorada y avisar a la guardia
[Arnoediad]:> Y vosotros?
[Mamá]:> Los intentaremos retener todo lo que podamos para que llegues al pueblo. Corre! y avisa a la guardia para que den la alarma
[Arnoediad]:> No os podeis quedar aquí
[Mamá]:> Eres la única que puede dar la alarma ahora, corre y no te vuelvas, nos veremos en Ventormenta

Entre lágrimas corrí campo a través en dirección al pueblo. Cuando llegué a una loma desde la que se veía nuestra casa y nuestras tierras me giré para mirar. La imagen que vi la llevo grabada en mi mente para siempre.

Nuestra cosecha empezaba a arder por una de sus lindes. En medio de otro de los campos de siembra vi como mis padres, armados con guadaña y tridente intentaban defenderse de los orcos que venían.

A la derecha de donde se encontraban salieron de unos setos dos orcos que dispararon a mis padres.

Orco1 dispara a Papá y le alcanza en el pecho
Orco2 dispara a Mapá y le alcanza en la garganta
Papá muere
Mamá muere
[Arnoediad]:> NOOOOOOOOOO!!!
Orco2 oye a Arnoediad y se gira
Arnoediad gana aggro de toda la compañia de orcos
Arnoediad corre
Orcos montan en sus caballos
Arnoediad corre más

Llegué al pueblo pidiendo auxilio a gritos con 20 metros escasos de distancia con mis perseguidores. En cuanto alcancé el pueblo se desencadenó la batalla. Hubo muchas bajas entre los guardias del pueblo, pero consiguieron repeler el ataque por un tiempo.

En cuanto murió el último orco fui corriendo hasta mi casa. Mis simples conocimientos sobre las vendas no fueron suficientes para curar a mis padres.

Desde el día siguiente empecé a estudiar más a fondo los secretos d elos sacerdotes en la catedral de Ventormenta. No quería que a nadie le pasase lo que me pasó a mi. No quería que se repitiese.

Y ahora había llegado el momento de poner en práctica mis conocimientos...Mañana saldré camino a VillaNorte como me aconsejó Arda.

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